El interés de los primeros comerciantes de Santa Cruz fue la de poseer un muelle donde las barcas pudieran embarcar y desembarcar a los pasajeros y las mercancías, pues para llevar a cabo la varada en la playa de Añazo debían esperar la marea propicia.

Por ello, en 1526 el Cabildo mandó un mensajero a la Corte para solicitarles que “en el puerto de Santa Cruz, que es el Puerto Principal de la Isla de Tenerife, donde hay mayor carga y descarga por estar cerca de la ciudad de La Laguna, hay mucha necesidad de hacer un muelle para evitar los daños y peligros que continuamente se producen al cargar los navíos que van a las Indias, a las Islas y a la Especiería, así como los que se avituallan de bastimentos y otras cosas que en la dicha Isla hay para sus viajes ”.

El muelle comenzó a construirse al norte de la playa de la Carnicería en 1548, era de mampostería y de madera y no disponía de un lugar para que los pasajeros pudieran descender a tierra. En 1551 sería arrasado totalmente por un temporal.

Para repararlo, el Cabildo pidió a la Corona la concesión de las penas de cámara por un periodo de treinta años, capital con el que se llevarían a cabo las obras que finalizarían en 1583, aunque el muelle volvería a ser arrasado por el temporal del año 1600.

Por ello, durante siglo y medio, las operaciones portuarias se realizarían por la Caleta -solar que en la actualidad ocupan los palacios del Cabildo Insular y Correos-, donde para poder acceder a las lanchas hubo que excavar escalones en las rocas.

Sería en 1747 cuando el Comandante General de Canarias Juan de Urbina impulsó los trabajos del nuevo muelle. Ciñéndose a las ordenanzas de que las obras portuarias debían construirse a costa de los arbitrios o caudales públicos de carácter local, reunió en su domicilio a los comerciantes más importantes de Santa Cruz, logrando establecer contribuciones a los barcos procedentes de América, a los que cubrían el tráfico insular, a las lanchas de la Caleta, a la exportación de pipas de vino y a los comercios. La única discrepancia de esta junta se produjo acerca del lugar de ubicación del muelle, puesto que unos querían emplazarlo en el arrecife inmediato a la Aduana, mientras que otros lo preferían junto al castillo de San Cristóbal, prevaleciendo este último criterio.

Los planos del nuevo muelle, trazados por los ingenieros Francisco La Pierre y Manuel Hernández, fueron aprobados en la Corte en 1750. En su expediente leemos: “En la Laja de San Cristóbal sobre una escollera de piedra perdida, establecida parte en una roca y parte en la arena, revestido de sillería de basalto, extendiéndose perpendicularmente a la dirección de la costa rematado por un martillo en forma de media luna para abrigo de las escaleras de acceso….”
El citado muelle se mantendría sin alteraciones hasta 1784 en que el comandante general Miguel de la Grúa Talamanca, Marqués de Branciforte, celebró en su vivienda una junta de vecinos y comerciantes y consiguió reunir los 9.105 pesos necesarios para llevar adelante las obras portuarias, las cuales fueron encomendadas al ingeniero militar Andrés Amat de Tortosa, finalizándolas el 3 de marzo de 1787.

Por fin, Santa Cruz de Tenerife disponía del primer muelle de piedra basáltica construido en el Archipiélago, medía 137,5 m de largo y en su frente poseía una batería para 7 cañones, protegida por un recio muro con troneras; dos escaleras de acceso, que se comunicaban una con la otra; conducción subterránea de agua, para que los navíos pudieran abastecerse; una casilla para los oficiales de guardia, etc.

Su nuevo emplazamiento

Como el citado muelle iba a quedar oculto bajo la Plaza de España, la Avenida Marítima y la vía de servicio del Puerto, debido a las obras de la Vía Litoral que reorganizaban el tráfico rodado en la ciudad y el puerto, en octubre de 2010, la Tertulia Amigos del 25 de Julio se reunió con representantes del Gobierno de Canarias, Autoridad Portuaria, Cabildo Insular y Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife con el fin de presentarles una propuesta consistente en trasladar el citado muelle a una nueva ubicación, a unos 100 m del lugar original.

La citada propuesta fue aceptada por todas las partes al considerar que constituía un acierto desde la perspectiva de la puesta en valor del bien patrimonial, pues aparte de ser el primer muelle de piedra construido en el Archipiélago, varios de estos sillares de piedra basáltica presentan las marcas dejadas por los impactos de bala de cañón disparadas en 1797 durante el ataque de la escuadra inglesa a Santa Cruz, al mando del contralmirante Horacio Nelson.

Las obras consistieron en su desmontaje, catalogación, recuperación, adecuación y posterior traslado a los aledaños de la Farola del Mar y la Marquesina, donde se reconstruyó fielmente adosándolo a un muro de hormigón preexistente. Este conjunto histórico sería inaugurado el 12 de diciembre de 2013.

José Manuel Ledesma Alonso
Cronista Oficial de Santa Cruz de Tenerife

Comparte!